miércoles, 18 de abril de 2012

¿Y después?

Buenas tardes a todos.

Este es un análisis que viene golpeando las puertas de mi mente desde la nota anterior ("Cristina eterna" vs. "Desastre inminente"), y que representa lo que espero esté en la mente de muchos de nosotros. ¿Cuál será el destino argentino luego de que el kirchnerismo deje el poder?, ¿Estamos preparados psicológicamente para encarar esa "kaída"?, ¿Estamos convencidos de lo que queremos para nuestro país?. En los próximos párrafos, intentaré brindar mis humildes respuestas, esperando que se genere un debate enriquecedor que nos permita crecer como sociedad y saber aceptar tanto el acierto ajeno como el error propio.
La reciente expropación del 51% de las acciones de YPF pertenecientes a Repsol, marcan un ejemplo de la división en la que estamos los argentinos actualmente. El sector K lo ve como una reivindicación de la soberanía nacional, como una "victoria" sobre los intereses extranjeros "oligárquicos". El sector anti-K lo ve como una nueva fuente de cargos y, fundamentalmente dinero, para La Cámpora. Sin ánimo de extenderme en una temática que al fin y al cabo sirvió para sacar de las primeras planas al Boudougate y al resultado de las pericias de Once, voy a decir que la intención del gobierno es lucrar, no pagándole nada a Repsol y vendiéndola más cara, ya sea a la brasileña Petrobras o a la china Sinopec, que indirectamente pondrían el dinero de la expropiación y de las inversiones. Claramente, la expropiación significó un nacionalismo demagógico cuyo único objetivo fue levantar la golpeada imagen del gobierno, ávido de dólares que le permitan mantener la política clientelar que les garantiza la perpetuidad en el poder.
Pero como todos sabemos, todo se acaba alguna vez. Todos en el fondo nos damos cuenta de que no hay nadie capacitado para heredar la dinastía de CFK, y que ésta no es inmortal. Así sea en el 2013 o en el 2027, este modelo tiene fecha de vencimiento. Y los daños más graves ya están hechos: vamos camino a un severo aislamiento internacional, del cual para salir necesitaremos de una política honesta y sustentable en el tiempo. Para ello se deben coordinar esfuerzos y considerar como válidas todas las opiniones, incluso las que no nos gustan tanto (entiéndase bien: opiniones, no descalificaciones ni agravios). Porque luego de que el kirchnerismo deje el poder, seguirán existiendo los oportunistas de La Cámpora o los aplaudidores fervientes de los discursos cristinistas. Con el resentimiento y la señalización con el dedo no ganamos nada, ya que sería entrar en el juego agresivo que nos pretenden imponer. El camino es una política positiva, que manifieste claramente nuestras intenciones de proyectar un mejor país, dejando en evidencia que "la violencia es el miedo a los ideales de los demás" (Mahatma Gandhi). Claramente, no hablo sólo de violencia física, sino también de la verbal, que en muchos casos suele hacer más daño. El cambio cultural de pasar de una sociedad vaga a una sociedad trabajadora llevará tiempo, pero justamente es lo que pregonamos: trabajar y esforzarnos para sacar el país adelante. No le tengamos miedo a la lucha, entendida en el buen sentido. Se puede luchar sin violencia, dejar la vida por nuestros ideales, y estar así satisfecho con uno mismo. A la corrupción estructural, se la combate de una manera muy simple: aplicando la ley, y que la misma sea igual para todos. Ese primer paso es el más difícil, pero abrirá las puertas a un país que queremos todos: un país donde haya seguridad jurídica y se respeten las instituciones. Puede llevar días, meses o años, pero créanme que valdrá la pena.

Un cordial saludo a todos y gracias por su lectura.