Una de las
preguntas que surgen con mayor frecuencia en este momento es si ya asistimos al
final del famoso “viento de cola” que significó para la región el boom de los
commodities, con precios muy altos y que han tocado records históricos en el transcurso
de estos últimos años. Debemos destacar que gran parte de esos ascensos de
precios se debió a una política monetaria expansiva de la FED. Estos precios de
los commodities o materias primas se contraponían al bajo precio que tenía el
dólar, mediante tasas de interés que fueron récord por lo bajas que eran, yendo
en el orden del 0 al 0,25%. Este fenómeno, como ya todos en economía sabemos,
no será eterno. Estas tasas de interés respondieron en su momento a lo que fue
la crisis de las hipotecas sub-prime en 2008, lo que sin duda constituyó un
golpe certero al neoliberalismo tal como lo conocemos hoy. Las autoridades de
la Reserva Federal, Ben Bernanke primero y Yanet Yellen en la actualidad, las
mantuvieron en estos niveles en pos de la recuperación económica del país,
llegando al objetivo de reducir la tasa de desempleo por debajo del 6%, es
decir, alcanzando el nivel de pleno empleo. Los últimos informes ya arrojarían
el objetivo cumplido, luego de un retraso no menor. Es problable que, entre
fines de este año y enero de 2016, se anuncie una suba de las tasas para
revalorizar al dólar y estabilizarlo. La apreciación de la moneda traería como
consecuencia que las inversiones se queden en EE.UU. en lugar de buscar otros
horizontes donde ganen más. Por otra parte, traería aparejado una mayor
devaluación en los países de la región, situación que ya se está observando en
Brasil, donde el real tocó su mínimo valor en 12 años.
Probablemente,
el cimbronazo económico y político que atraviesa Brasil sea la clave para
entender si se está ante el inicio del fin del ciclo populista en la región,
que tuvo su bautismo de fuego en el Foro de San Pablo en 2005. Sin duda, este
foro es al estatismo de los 2000 lo que fue el Consenso de Washington al
neoliberalismo de los ’90. De este foro emergieron Luis Inácio Lula da Silva,
Hugo Chávez y Néstor Kirchner como los principales referentes. Daniel Ortega,
Rafael Correa y Evo Morales completaron luego la nómina. Más allá de la
ideología que defendieron, quedó en evidencia que se trató de un esquema
populista de poder que aprovechó y utilizó a los desamparados de los ’90 en
beneficio propio, buscando perpetuar un esquema corrupto y perverso. No
defiendo en absoluto las ideas neoliberales, dado que éstas fueron las que
terminaron sembrando el terreno de un revanchismo que, con el tiempo, se
demostrará lo nefasto que fue, no sólo por no mejorar las condiciones de la
población si no por mantenerla o incluso empeorarla. Quedará demostrado que,
tanto el neoliberalismo de los ’90 como este neoestatismo de los 2000 son las
dos caras de una misma moneda, ya que en ambos se hizo presente el componente
populista y maquiavélico que pretendió perpetuidad, creyendo que las
condiciones que los favorecían iban a permanecer para siempre. Nada de eso
ocurrió.
Si bien este
ciclo está alcanzando su fin, debemos entender que este fin no será inmediato,
ni previsible en el tiempo. Es muy probable que sea un cúmulo de sucesos el que
lo vaya precipitando. Dentro de ellos, los procesos electorales son sólo uno.
La reacción debe ser conjunta, y el resultado debe ser una participación más
activa de la ciudadanía, que se haga oír y que exprese su deseo de que ningún
líder con tintes mesiánicos pueda volver a arrogarse la capacidad de decidir
por un pueblo que lo eligió como administrador del Estado, no como dueño. El
futuro está en nuestras manos.