martes, 28 de julio de 2015

Principio del fin

Una de las preguntas que surgen con mayor frecuencia en este momento es si ya asistimos al final del famoso “viento de cola” que significó para la región el boom de los commodities, con precios muy altos y que han tocado records históricos en el transcurso de estos últimos años. Debemos destacar que gran parte de esos ascensos de precios se debió a una política monetaria expansiva de la FED. Estos precios de los commodities o materias primas se contraponían al bajo precio que tenía el dólar, mediante tasas de interés que fueron récord por lo bajas que eran, yendo en el orden del 0 al 0,25%. Este fenómeno, como ya todos en economía sabemos, no será eterno. Estas tasas de interés respondieron en su momento a lo que fue la crisis de las hipotecas sub-prime en 2008, lo que sin duda constituyó un golpe certero al neoliberalismo tal como lo conocemos hoy. Las autoridades de la Reserva Federal, Ben Bernanke primero y Yanet Yellen en la actualidad, las mantuvieron en estos niveles en pos de la recuperación económica del país, llegando al objetivo de reducir la tasa de desempleo por debajo del 6%, es decir, alcanzando el nivel de pleno empleo. Los últimos informes ya arrojarían el objetivo cumplido, luego de un retraso no menor. Es problable que, entre fines de este año y enero de 2016, se anuncie una suba de las tasas para revalorizar al dólar y estabilizarlo. La apreciación de la moneda traería como consecuencia que las inversiones se queden en EE.UU. en lugar de buscar otros horizontes donde ganen más. Por otra parte, traería aparejado una mayor devaluación en los países de la región, situación que ya se está observando en Brasil, donde el real tocó su mínimo valor en 12 años.
Probablemente, el cimbronazo económico y político que atraviesa Brasil sea la clave para entender si se está ante el inicio del fin del ciclo populista en la región, que tuvo su bautismo de fuego en el Foro de San Pablo en 2005. Sin duda, este foro es al estatismo de los 2000 lo que fue el Consenso de Washington al neoliberalismo de los ’90. De este foro emergieron Luis Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez y Néstor Kirchner como los principales referentes. Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales completaron luego la nómina. Más allá de la ideología que defendieron, quedó en evidencia que se trató de un esquema populista de poder que aprovechó y utilizó a los desamparados de los ’90 en beneficio propio, buscando perpetuar un esquema corrupto y perverso. No defiendo en absoluto las ideas neoliberales, dado que éstas fueron las que terminaron sembrando el terreno de un revanchismo que, con el tiempo, se demostrará lo nefasto que fue, no sólo por no mejorar las condiciones de la población si no por mantenerla o incluso empeorarla. Quedará demostrado que, tanto el neoliberalismo de los ’90 como este neoestatismo de los 2000 son las dos caras de una misma moneda, ya que en ambos se hizo presente el componente populista y maquiavélico que pretendió perpetuidad, creyendo que las condiciones que los favorecían iban a permanecer para siempre. Nada de eso ocurrió.

Si bien este ciclo está alcanzando su fin, debemos entender que este fin no será inmediato, ni previsible en el tiempo. Es muy probable que sea un cúmulo de sucesos el que lo vaya precipitando. Dentro de ellos, los procesos electorales son sólo uno. La reacción debe ser conjunta, y el resultado debe ser una participación más activa de la ciudadanía, que se haga oír y que exprese su deseo de que ningún líder con tintes mesiánicos pueda volver a arrogarse la capacidad de decidir por un pueblo que lo eligió como administrador del Estado, no como dueño. El futuro está en nuestras manos.

lunes, 27 de julio de 2015

Lo que viene...

Ya faltan menos de dos semanas para que celebren las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (P.A.S.O.). Son elecciones que tienen el condimento en particular de que, por primera vez en 12 años, asumirá la presidencia alguien que no lleve el apellido Kirchner. En este contexto, la incertidumbre reinante es mucha. Hasta la irrupción de Carlos Zannini como compañero de fórmula de Daniel Scioli, los mercados daban por descontada la posibilidad de un cambio y el debate se centraba en si dicho cambio debía ser inmediato o gradual. Luego de que se conociera que el actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia sería el candidato a vicepresidente, la posibilidad de la continuidad del esquema de poder actual aterra a todo el entorno político, social y económico. Ese nombramiento, más las candidaturas legislativas de muchos miembros de La Cámpora, demostraron que el Gobierno actual no está dispuesto a entregar el poder. Queda por analizar cuál será el comportamiento del PJ, siempre afecto a acompañar al ganador. ¿Le soltarán la mano a CFK como se la soltaron a Menem?, ¿Seguirán respetando este esquema de poder pensando en su regreso en 2019? Los antecedentes inclinarían la balanza a favor de la respuesta afirmativa a la primera pregunta, pero en un país en el cual hablar de un largo plazo puede ser el mes que viene, es precipitado aventurarse.
Lo cierto es que quien asuma la presidencia el 10 de diciembre deberá enfrentar no pocos desequilibrios económicos graves que dejan 12 años de kirchnerismo. El escenario estanflacionario es el más alarmante, con una economía que lleva unos cuantos años estancada e índices de inflación que están entre los más altos del mundo. La caída del nivel de reservas (sólo U$S 20 mil de los 34 mil millones son reales) y la situación desesperante en la que se encuentran las economías regionales complementan el combo de situaciones que requerirán de una política económica que empiece por restaurar la confianza y mostrar credibilidad y sensatez, sin la improvisación y el excesivo cortoplacismo típico de todo gobierno populista. Llevará tiempo modificar una estructura que, si bien tiene aristas rescatables, ha sido diseñada para mantener votos cautivos. El cambio que debemos realizar es el de dejar de pensar en las próximas elecciones para pensar en las próximas generaciones. El pensar en qué país queremos para nuestros hijos y nuestros nietos. A esta situación se llegó por desidia y por falta de compromiso. El ventajismo y el oportunismo siempre nos caracterizaron, y muestran hoy el mayor síntoma de lo enferma que está nuestra sociedad. La famosa grieta que separó a familiares y a amigos y que enfrenta a unos argentinos con otros no son sólo culpa de este Gobierno. Somos un país que siempre estuvo marcado por antinomias, por enfrentamientos, y eso es lo que los Kirchner explotaron al máximo para construir su esquema de poder.
Por último, recordemos que las grandes crisis y catástrofes no se predicen en el momento exacto en el que ocurren. Ya una economía en la que hay más restricciones para la compra de dólares que para la compra de droga es una pésima señal. Que nos acostumbremos al 30% de inflación anual y a la manipulación estadística, es igual de grave. La palabra ajuste asusta, pero lamentablemente, en algunas ocasiones para avanzar dos pasos debemos retroceder uno. Es muy precipitado decir que se viene otro 2001. La realidad está lejos de ese escenario, sobre todo analizando que aquélla fue una crisis del sistema financiero. La diferencia es que la crisis ahora no es sólo económica. Es política y social también. El primer paso para avanzar es desterrar el “todo vale” que parece haberse instalado. Debemos tener reglas de juego claras y respetarlas. Y eso, aunque nos cueste aceptarlo, llevará tiempo.