Estamos
cerrando un año bastante particular. Un año que fue marcado por las elecciones
legislativas que le pusieron punto final al sueño ultrakirchnerista de la “Cristina
eterna”, por el deterioro de variables económicas claves como la inflación, el
déficit fiscal o incluso el superávit comercial cada vez más flaco, y que
empezó con el himno a Gioja y termina con el Gobernador internado por un
accidente de avión. También debemos contar las inundaciones que azotaron a la
ciudad de La Plata aquel 2 de abril, la frustrada “democratización de la
justicia” (al menos en uno de sus puntos más conflictivos, la elección popular
de miembros del Consejo de la Magistratura), el escándalo de la ruta del dinero
K, los desesperados intentos del Gobierno por revertir el revés electoral del
11 de agosto, el dólar blue superando los $10, el “blanqueo de dólares” que intentó
el gobierno y que no tuvo los resultados esperados (¿se acuerdan del CEDIN y
del BAADE?), el INDEC subestimando la inflación y sobrestimando el crecimiento,
como suele suceder habitualmente, la incertidumbre generada a partir de la
salud presidencial, el guiño de la Corte Suprema que declaró constitucionales
los cuatro artículos más conflictivos de la ley de Medios, el ascenso del general
Milani, la renuncia de Guillermo Moreno y la aparición en el centro de la
escena de Jorge Capitanich y Axel Kicillof como voceros presidenciales de una
Cristina Fernández de Kirchner cada vez más debilitada pero aun exhibiendo una
capacidad de fractura y de daño que mantiene alineada a la tropa. En muchos
aspectos, ha sido el año que ha marcado el comienzo del fin de un ciclo, lo
cual no es nuevo, pero, a diferencia de otras ocasiones, se asiste a un fin de
ciclo traumático, con gobernantes que violaron permanentemente la ley y
ultrajaron y engañaron a la sociedad que les otorgó su confianza mediante el
voto.
Este párrafo
estará dedicado a los cortes de luz que acontecieron en las últimas semanas en
provincia de Buenos Aires. Estos son una consecuencia directa de la desidia en
la política energética empleada por el gobierno, si es que podemos considerar
que llevó adelante alguna. Perdimos el autoabastecimiento que tanto nos había
costado conseguir, no se controlaron las inversiones correspondientes que
debían realizarse y se dejó todo en piloto automático, concentrándose en los superávits gemelos y en
la rentabilidad creciente que otorgaba la soja. Se aplicó el “capitalismo de
amigos” con la irrupción de Eskenazi en YPF, sabiendo lo que suele ocurrir
cuando la obsecuencia se impone a la idoneidad. Esta crisis energética es la
causa principal de las restricciones a las importaciones y a la compra de
divisas, debido a que somos importadores netos, y necesitamos los dólares para
pagar una factura que cada vez es más cara. Desde aquí mando mi solidaridad con
quienes se vieron afectados por la falta de este servicio indispensable ante
una ola de calor récord en varios años. Antes de buscar culpables, deberíamos
buscar soluciones, y es aquí en donde se nota como estamos como sociedad.
Sin duda se
vendrá un 2014 difícil. La sola aceleración del tipo de cambio oficial sin
otras políticas que la respalden, recalentarán la inflación. El gobierno entra
en la peligrosa etapa en la que deberá realizar el ajuste que planeaba
endilgarle al próximo gobierno, o atenerse a las consecuencias de una implosión
de las variables. Las dicotomías son cada vez mayores, y la capacidad de
elección es cada vez menor. ¿Controlar las reservas o el dólar blue?,
¿Controlar el tipo de cambio o la inflación?, ¿Profundización o
flexibilización? Otro tema interesante será el de la negociación de las
paritarias, ya marcadas por el aumento que se le dío a los policías para frenar
la creciente ola de saqueos. Insistimos con esto, la espiral que se avecina
será difícil de frenar, y la soja ya no será la salvación como en otras
ocasiones. La emisión sólo agravará la situación. Que tengan todos un muy feliz
año nuevo.