martes, 27 de mayo de 2014

Sobre el tipo de cambio

En esta ocasión, hablaré sobre la estabilidad cambiaria, tema en boga en esta semana por la disparada que sufrió el dólar paralelo, llegando a superar los $12 y volviendo a instalar esta variable como termómetro del mercado ante la incertidumbre del futuro. Ciertamente, creíamos que con el ingreso fuerte de dólares de la cosecha de soja, la tranquilidad cambiaria podría mantenerse hasta mediados de julio o principios de agosto. Pero nuevamente, y probablemente en el momento menos indicado, surgieron conflictos sobre una dicotomía que es difícil de resolver para cualquier gobierno, pero si hablamos de uno que está en retirada y pretende llegar al final de su mandato sin mayores sobresaltos, termina convirtiéndose en una pregunta sin respuesta.
Ciertamente, la tranquilidad cambiaria fue aportada, como dijimos anteriormente, por la devaluación del tipo de cambio efectuada a fines de enero, sumado a otras medidas como el aumento de las tasas de interés para depósitos en pesos y la regulación de la posición en moneda extranjera de bancos y entidades financieras. Estas medidas consiguieron que el dólar paralelo (ilegal, pero es el dólar al que tiene acceso el público) se desplomara y pasara a valer de $13 a superar apenas los $10, como consecuencia de un desaliento a la demanda de la divisa. El efecto negativo es pernicioso para cualquier gobierno populista, y en particular para uno que sostenía orgulloso estas banderas: cayeron, además de la cotización del paralelo, el consumo y el empleo. Uno de los sectores que encabezaron el crecimiento, como el automotriz, sufrieron caídas de hasta 40% en las ventas, iniciando una feroz ola de suspensiones y despidos.
Como consecuencia de ello, está claro que se quiere evitar pagar el costo político que implicaría una recesión, que considerando que además la inflación sigue alta, podría llevar a un terreno estanflacionario, el peor que puede atravesar una economía, en la que se produce poco y se consume cada vez menos. Esta incertidumbre es la que aceleró los tiempos y volvió a instalar un escenario de inestabilidad, que podría agudizarse el segundo trimestre. Todo conduce a que se impuso la postura del ministro        Axel Kicillof, con lo cual el desorden fiscal se seguirá financiando con desorden monetario, generando desequilibrios macroeconómicos profundos y que, más temprano que tarde, llevarán a realizar ajustes salvajes como los que ya vimos que se aplicaron sobre los subsidios al gas y al agua. El paro de colectivos que se realizará mañana meterá presión sobre el todavía alto subsidio que reciben las empresas de transporte para abaratar costos, y empieza a hacer notar los efectos de varios años consecutivos con niveles de inflación superiores al 20%, siendo estos últimos años de caída de salarios en términos reales.

Como conclusión, la estimación lleva a que, a fin de año, el dólar oficial girará en torno a los $10, considerando el regreso a las minidevaluaciones y el empuje inflacionario, además de la ya probada insuficiencia de los sojadólares, cuyo alivio es cada vez menor, generando más desesperación en el Gobierno. A raíz de ello, y manteniendo la brecha actual, el paralelo debería rondar los $14, pero para ello debería darse un contexto en el que, por ejemplo, la ANSES no intervenga sobre el contado con liquidación a través de la venta de bonos dolarizados, o se mantengan relativamente altas las tasas de interés, algo que a todas luces parece improbable. Estamos ante una incertidumbre propia de un fin de ciclo, que puede traer serias consecuencias a futuro.

domingo, 25 de mayo de 2014

Rumbo a la recesión

En esta ocasión corresponde analizar cuál es el rumbo que nuestra economía está tomando en un 2014 cuyo puntapié inicial fue dado por el ajuste realizado sobre el tipo de cambio a fines de enero, que junto con el aumento aplicado a las tasas de interés se constituyeron en un freno a la estampida cambiaria y una reducción de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Además, contribuyó a recuperar parte de la confiabilidad perdida y sirvió como freno a una inflación que, si bien sigue siendo alta, no se terminó desbocando.

El costo de todas estas medidas fue un desplome en los niveles de actividad económica, que en muchos casos alcanzaron sus valores más bajos desde 2009. Este desplome en el consumo, que no es otra cosa que la demanda, encendió la luz de alarma en las empresas de distintos sectores, con el automotriz y el de la construcción a la cabeza, que se vieron en la obligación de suspender, y en algunos casos despedir, a su personal.

Aquí es donde empieza a gestarse un conflicto de políticas económicas, entre el ministro de Economía Axel Kicillof y el titular del BCRA Juan Carlos Fábrega. La puja es evidente: seguir fomentando el consumo e intentar ganar tiempo con una explosión que se intentará que ocurra en el próximo gobierno, o bien estabilizar los desequilibrios macroeconómicos a costa de una profunda recesión que recrudecerá en los ánimos sociales. Está claro que el Gobierno no quiere pagar ese costo político y Fábrega parece tener los días contados como titular del Banco Central.

El panorama para el segundo semestre es desolador, con una emisión nuevamente descontrolada para financiar un déficit fiscal creciente producto de los ajustes que no se realizan. Como suele suceder con las políticas populistas, el desorden fiscal a largo plazo se financia con desorden monetario, y los desequilibrios macroeconómicos terminan siendo pagados por el pueblo. En un contexto de presión impositiva récord e inflación que difícilmente baje del 30%, esto queda más que evidenciado.

Las soluciones propuestas por Fábrega son las que se pueden encontrar en cualquier manual de economía y son las que se aplicarían para un contexto como el reinante en enero. Pero se debe complementar con ajustes fiscales y medidas cuya impronta acompañen a las disposiciones del BCRA, que hoy por hoy parece ser rehén del Gobierno. La situación en la que se encuentra, con patrimonio neto negativo y en quiebra técnica, hablan a las claras de cuáles son las funciones que deben cumplir los organismos estatales, además de otros como ANSES o AFIP.


Finalmente, queda evidenciado que, si bien el precio de la soja continúa alto (a U$S 550 la tonelada en Chicago), este colchón ya no es suficiente para lograr estabilidad cambiaria. A esto contribuye que, si bien se liquidaron más divisas que el año pasado, todavía hay mucha especulación e incertidumbre por una nueva devaluación a futuro, que, como consecuencia de los efectos de la inflación con respecto a la devaluación de enero, es muy viable, como consecuencia del camino que se retomó de minidevaluaciones diarias y reducción paulatina de tasas de interés, que nuevamente empujarán la demanda.