jueves, 21 de julio de 2016

Inflación


La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos difundió la inflación del mes de junio, la cual se ubicó en el orden del 3,1%. Esto representa una desaceleración con respecto a mayo. Si bien se desaceleró con respecto a mayo (había dado 4,2%), destaco con preocupación el aumento de la inflación núcleo, cuyo índice de 3% en junio es levemente superior al 2,7% de mayo. Está claro que el impacto de las tarifas todavía hace mella en esta medición, sumado a las crecientes dificultades que se van sumando para reducir el déficit fiscal que aún sigue siendo muy alto e indomable. Con todo, es de esperar que hacia fin de año continúe este proceso de desaceleración y tengamos índices más cercanos al 2% mensual, ocasionados por una baja en el consumo y por un contexto recesivo que se seguirá sosteniendo, cerrando 2016 con una merma de 2 puntos porcentuales del PBI.
Asimismo, el Banco Central de la República Argentina en su programa monetario prevé bajar la inflación de 2017 a un 17% anual, pronóstico que será interpelado por las urgencias electorales y la reactivación vía obra pública y consumo. Se parte de un 2016 en donde, en promedio, se estima que se cerrará en una inflación en torno al 40%, que condicionaría aún más las expectativas que tienen todos los agentes económicos. En este tema el debate shock o gradualismo sigue siendo una materia pendiente, pero fuera de discusión está que, a la luz de lo ocurrido con las tarifas, el shock necesario para bajar la inflación sería imposible en la práctica.
La inflación, como bien sabemos, fue utilizada por el kirchnerismo para financiarse por las diferencias que se generaban, por ejemplo, por la desactualización de las tarifas. Increíblemente, la política económica que el gobierno anterior llevó a cabo en favor de un determinado sector social, terminaba por quitarles con la inflación lo que parecía ser motivo de vanagloria y autobombo. El “relato” terminó siendo una trampa donde la sensación de bienestar fue efímera, donde tantas distorsiones económicas hacen perder nociones y acostumbrarse a situaciones que han sido superadas en casi todo el mundo. Más preocupante es el asunto cuando quienes gobernaron hasta el 10 de diciembre de 2015 quieren hacernos creer que la inflación nació en esa fecha. Es muy difícil construir cuando los que destruyeron pretenden seguir haciéndolo. Este es, ante todo, el primer dato a tener en cuenta.

Por estas causas, es muy difícil que la inflación baje de los guarismos que hemos visto en los últimos años. Pareciera que nuestra pretensión es bajar la inflación manteniendo el esquema de subsidios heredado, lo cual constituye una imposibilidad manifiesta dado que de algún lado tienen que salir los recursos, y no hay demasiadas alternativas. El kirchnerismo eligió financiar el desorden fiscal con desorden monetario. El error que comete el gobierno de Mauricio Macri, por ahora, es pretender mantener ese mismo esquema por temor a ser acusados de “neoliberales”.

martes, 12 de julio de 2016

Sobre el incremento tarifario (2° parte)

 Ampliando lo escrito la semana pasada, y a la luz de este conflicto que hoy se encuentra en boca de todos, haré un análisis que intentará ser lo más objetivo posible. Si, hubo un mal diagnóstico de la situación de atraso tarifario recibida del gobierno anterior. Ahora trascendió que en el tope anterior no se preveían variaciones en el consumo con respecto a 2015. Situación que se agravó considerando que este año hicieron entre tres y cuatro grados menos de temperatura en comparación con ese entonces, lo cual, al incrementar el consumo, se posicionaba en una situación superior en la cual se hizo mal el cálculo. ¿Hay responsabilidad del gobierno actual? Sí, pero analizando esta situación en la cual nadie tiene la culpa del cambio climático registrado, hubo también responsabilidad de las empresas distribuidoras del servicio, que no obstante, aprovecharon una laguna del tarifazo declarado para sacar una ventaja en muchos casos desmedida. Algo adelanté en el escrito anterior, del cual éste es la continuación, pero a la luz del nuevo dato relevado, queda en claro también el mal acostumbramiento de ciertos sectores a un derroche que no es viable. El gobierno anterior subsidiaba el 85% de la tarifa, y con el ajuste actual, seguiría siendo subsidiado el 70 o el 75%. A la hora de hablar de esto, muchos parecen obviar, tal vez por negligencia o por incredulidad, la magnitud del desastre en política energética que realizó el kirchnerismo, donde se perdió el autoabastecimiento y se congelaron las tarifas en valores irrisorios comparados a lo que se paga en otros países de la región.

El concepto de “prueba y error” es considerado, aunque siempre será fácil opinar con el diario del lunes, y siempre será más fácil no hacer nada, que es básicamente lo que hizo el gobierno anterior, si bien, como ya describimos en el artículo anterior, intentó hacer algo con la sintonía fina en 2011, donde ya se evidenciaba un desgaste del modelo tarifario. Destaco que este gobierno, a diferencia del anterior, escucha e intenta brindar soluciones accediendo al diálogo. El anterior redoblaba la apuesta con su autoritarismo. De todos modos, hay que esperar la determinación de la Corte y atenerse a ella.

miércoles, 6 de julio de 2016

Sobre el incremento tarifario

Este es sin duda un tema que suscita mucho interés y por el que el gobierno de Mauricio Macri ha recibido la mayor cantidad de críticas por cómo se instrumentó. Sin la intención de culpar de todo al gobierno anterior, hay que tomar en cuenta cuál era el punto de partida y cuál fue el motivo que llevó a sincerar el cuadro tarifario de los principales servicios. El esquema de subsidios ya estaba desgastado y no daba para más, lectura que incluso hizo el gobierno de Cristina Kirchner tras su triunfo en 2011, lo que en su momento se conoció como “sintonía fina”, donde fue instrumentado un programa por el cual se renunciaba voluntariamente al subsidio de las facturas de luz y de gas. El accidente ferroviario del 22 de febrero de 2012 en la Estación Once, donde se produjeron 52 muertos y centenares de heridos, frenó abruptamente esa iniciativa. Víctimas de este esquema fueron el autoabastecimiento en estos recursos, se tuvo que volver a importar energía y gas a países vecinos y la desinversión generada en la última década fue alarmante, al punto de registrarse reiterados cortes de luz en el verano. Nótese que el atraso tarifario era más marcado en Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde las tarifas que llegaban a los usuarios eran irrisorias comparadas con las que ya se pagaban en el interior del país. Esta situación sin duda tuvo un marcado fin electoralista, ya que el subsidio se concentró en Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde vive gran parte de la población del país.
Si bien es cierto que esta situación fue generada en gran parte por un gobierno que en su momento priorizó crear burbujas de consumo y desatender irresponsablemente las implicancias que esto tendría a largo plazo, tal vez con la maliciosa intención de que “la factura la pague otro”, hay que analizar la salida que se eligió para ese laberinto. Personalmente, coincido con el análisis generalizado, el cual considera que se hizo de una forma desordenada. Se podría haber hecho de una manera similar a la negociación de una paritaria, por ejemplo, con aumentos escalonados en un lapso de tiempo determinado, por ejemplo 6 meses. Probablemente esto hubiera demorado el objetivo de la reducción del déficit fiscal, pero a la luz de las medidas ulteriormente adaptadas, al menos es algo que debería haberse evaluado. Con todo, parecen apreciarse las primeras rispideces en un equipo económico en el que, si bien Alfonso Prat-Gay asoma como cabeza visible, hay demasiadas opiniones diferentes que se terminan anulando mutuamente.
Dicho esto, también hay que alertar de los oportunistas de siempre que quisieron sacar ventaja de esta medida impopular pero necesaria, imprimiendo algunas facturas con montos exorbitantes para causar miedo y desasosiego en una sociedad golpeada por las políticas económicas erráticas no sólo del gobierno anterior, sino del cambio del rumbo constante que impide la consolidación de políticas de Estado y de una identidad que debe trascender discusiones ideológicas ya superadas en gran parte del mundo. Empezaremos a crecer el día que superemos las antinomias que siempre nos caracterizaron y dejemos de ver a quien piensa distinto a nosotros como nuestro enemigo, como alguien a quien hay que eliminar. No depende de Kirchner o de Macri, depende de todos nosotros.

martes, 5 de julio de 2016

Contexto internacional

Surgen conclusiones muy interesantes a la hora de analizar lo acontecido a nivel internacional en las últimas semanas. Basta con repasar lo sucedido en el referéndum de Gran Bretaña (“Brexit”) donde, inesperadamente, el Reino Unido decidió su salida de la Unión Europea, por un 52 a 48 en puntos porcentuales. Fueron los “boomers” (aquellos que nacieron en los ’50 y ’60, post-Segunda Guerra Mundial) los que terminaron de inclinar la balanza en una elección muy reñida. El impacto del mensaje fue muy grande porque significó un golpe al orden económico actual, cuyo destino desde la crisis de 2008 no está muy claro y navega por las aguas de la intrascendencia. Sorprende que la salida buscada sea un escenario típicamente populista, donde se gana una elección por golpe de efecto y una vez habiendo logrado el triunfo, no se sabe muy bien que hacer o se llega a la conclusión de que lo que se prometía no era tan bueno. De todos modos, los mercados, luego del impacto inicial, parecieron acomodarse a la nueva realidad y aceptar una situación que ahora presentará un particular interés cuando los británicos deban sentarse a negociar acuerdos comerciales con sus ex aliados. Mucho se ha escrito sobre las posibles alternativas, donde las principales referencias son los casos de Noruega o de Suiza, países que sin ser miembros de la UE tienen un contacto fluido y un bienestar económico indiscutible. En todo caso, esta no es la misma situación y aún hay que negociar cómo será la salida, según se exigió desde Bruselas.
Este contexto internacional claramente influyó en las elecciones de España, donde se vaticinaba un crecimiento de la agrupación chavista Podemos, y sin embargo perdió más de un millón de votos con respecto al 20 de diciembre último. ¿Efecto Brexit? Muy posible. Otra situación a observar con preocupación fue que un candidato neonazi estuvo cerca de ganar las elecciones en Austria (perdió el balotaje por medio punto). Volviendo a Latinoamérica, en Perú estuvo muy cerca de ganar las elecciones la hija de un ex presidente preso por corrupción. Y además hay que describir lo que llegaría a ocurrir si Donald Trump finalmente es electo presidente de los EE.UU. La conclusión a la que se llega es que aún no hay un patrón definido a seguir y que se da un impacto preocupante en cuanto se crea que la solución a un mal presente sea recrear el pasado.

El impacto en Argentina puede considerarse significativo. Probablemente esta situación haga que la Reserva Federal mantenga bajas las tasas de referencia, con lo cual al seguir siendo barato el dólar, siga habiendo capitales e inversiones que quieran buscar lugares seguros. A mi entender, el gobierno ha errado en el cálculo de los tiempos, creyendo que el boom de confianza iba a lograrse de un momento para el otro. Demasiados factores internos y externos, y algunos mensajes ambiguos han sido claves para que ese contexto de “lluvia de dólares” esté retrasado o no sea el que se esperaba. Así como el golpe que significó el Brexit puede morigerar muchas expectativas, también un triunfo de Donald Trump (lejano según las encuestas, de las que por los últimos vaticinios no hay que fiarse) se perfilaría como el fin de una era a nivel internacional. Será cuestión de esperar lo que nos depare el futuro.

lunes, 4 de julio de 2016

Nuevo billete de $500

A partir del 30 de junio comenzó a circular el nuevo billete de quinientos pesos. Más allá de los datos superficiales referidos a la estética del billete y al nuevo formato, cabe hacer un análisis económico sobre cuáles fueron las circunstancias que llevaron a la aparición de este billete que es ahora el de mayor denominación.
La primera explicación que se desprende, casi lógica, es que el billete de $100, el de mayor denominación, tenía, según lo establecido por la ley de Convertibilidad de 1991, el mismo valor que uno de U$S 100, y entre la devaluación de 2002 y la constante inflación que hubo especialmente desde 2006 hicieron añicos ese valor. Los proyectos para la realización de billetes de mayor denominación datan desde 2012, pero el gobierno anterior nunca se animó a implementarlos porque lo consideraban un reconocimiento a una inflación que, como ya es sabido, negaron sistemáticamente. La emisión descontrolada que se llevó adelante para financiar el creciente déficit fiscal condujo a una realidad insólita. Seis de cada diez billetes en circulación eran de la denominación más alta, y abonar con ellos en los kioscos empezó a ser moneda corriente. Basta con recordar épocas en las que ir a comprar con el billete de Roca representaba un gesto adusto para el comerciante, que difícilmente podía contar con cambio para dar el vuelto de ese billete. Hoy, el problema se da por la sobrepoblación de billetes de $100 en relación a los billetes de menor denominación. Si ya considerábamos de poco valor a las monedas que expresaban sus valores en centavos o un peso, vemos ahora cómo los billetes de $2 y $5 empiezan a escasear y a ser utilizados para la divulgación de mensajes inclusive. Otro inconveniente fundamental se da con los cajeros automáticos de los bancos, que no dan abasto y suelen vaciarse inmediatamente, siendo necesario realizar varias reposiciones al día.

Se abre un interesante debate sobre si la emisión de estos billetes puede generar una espiral inflacionaria. Conocido es el desenlace que se generó con el Austral de Alfonsín, cuyo billete de mayor denominación llegó a ser de quinientos mil. El gobierno intentó atacar esas expectativas inflacionarias antes de poner en circulación estos billetes, con lo cual quiso codificar el mensaje dado lanzándolo ahora que están dadas las condiciones para una baja en los niveles de inflación. Es probable que se generen ciertos oportunismos como los que generaron con la salida del cepo cambiario, pero, tomando en cuenta lo explicado en el párrafo anterior, considero que en líneas generales, se abaratarán costos en muchas etapas (Camiones de caudales, reposiciones de cajeros automáticos, etc.). Será clave poder seguir interviniendo sobre la base monetaria, no ampliarla, y a su vez que la emisión de los nuevos billetes tenga un debido respaldo para seguir controlando la inflación. Si se hace un manejo responsable de la política monetaria, podremos empezar a discutir la estética de los billetes y dirigirnos rumbo a un período de estabilización.

viernes, 1 de julio de 2016

Segundo semestre


Muchas líneas se han escrito sobre el tan mentado segundo semestre que arranca el día de hoy. Desde expresiones a favor y en contra, hasta algunas que rozan el ridículo y la sorna. Lo cierto es que se tenían que realizar correcciones urgentes sobre las distorsiones que venía padeciendo la economía. Todos coincidimos en que el esquema cambiario que planteó el gobierno anterior era inviable, y que no tenía ningún sustento a futuro, ya que era un esquema que per se ahuyentaba a inversores extranjeros, ya que podían ingresar los dólares, pero no retirar dividendos ni ganancias. Un gobierno que cambiaba constantemente las reglas a su antojo y señalaba a los mercados como enemigos públicos no eran condiciones propicias para que se invirtiera y se crearan nuevos puestos de trabajo, generando incluso que muchos de los que estaban en el país se fueran, generando también una caída del empleo con la que muchos que se rasgan las vestiduras ahora en ese momento hicieron silencio. Contra todos los pronósticos, la salida de ese esquema de restricciones cambiarias no fue traumática ni negativa. También fue un desafío a los pronósticos generalizados haber logrado acordar con los holdouts. Estos dos pasos son reconocidos como logros del gobierno actual, cuyos resultados probablemente empiecen a palparse en un mediano plazo. En el debe, están el insuficiente tratamiento del impuesto a las ganancias, el esquema desordenado de aumento de las tarifas, que al parecer no estuvo debidamente estudiado para implementarlo de un modo más correcto, y la política de tasas de interés para contener la inflación. Si bien Sturzenegger se movió de una forma similar a la que se movió Fábrega en 2014, se le pueden cuestionar los tiempos y el excesivo impacto que esta política tuvo sobre la actividad económica en general.
En mi opinión, este segundo semestre, a simple vista, no mostrará grandes variaciones con respecto al primero. La inflación bajará siguiendo la lógica de que las correcciones ya pasaron, pero habrá que contenerla para lograr simultáneamente la reactivación económica. El factor a atacar aquí será claramente el de las expectativas, y es en ese sentido donde deben interpretarse las constantes menciones al “segundo semestre” que hizo el Gobierno. Lo que estamos presenciando es la transición desde un modelo que priorizaba el consumo como principal motor de crecimiento hacia uno que quiere priorizar la inversión. La dificultad más importante es la costumbre constante que siempre se genera a priorizar el consumo, impulsado por los populismos como recetas donde una sucesión de cortos plazos desoyen las sirenas del largo plazo, como si fuera la invitación a una fiesta donde nadie te dice quién va a pagar. Bailamos y nos divertimos, hasta que llega la cuenta y los que organizaron la fiesta no están o ya viajaron con los réditos obtenidos. Históricamente, siempre priorizamos el “hoy” y para el mañana “ya se verá”. Pasamos de una economía de los “pagadioses” a una que pretende ser más previsible y confiable, factores que, como siempre sabemos, llevan mucho tiempo construir y poco tiempo destruir.

Este cambio de paradigma es el que estamos presenciando a nivel internacional. Ya no se piensa en las generaciones futuras ni en las inversiones futuras, se busca estar bien hoy. Veremos cómo transcurre este segundo semestre, en el que bajará la inflación, se empezarán a ver signos de recuperación para fin de año y se espera un 2017 donde asome la luz al final del túnel.