En
esta ocasión vamos a hablar del Presupuesto que se apresura a aprobar el
Gobierno, cuyo análisis desde el punto de vista económico, objetivamente, tiene
poco lugar. A simple vista, parece ser un instrumento de extorsión del
oficialismo para negociar su salida del poder. En ese sentido, ya no sorprenden
la inflación subestimada, el crecimiento sobrestimado, ni el tipo de cambio con
escasas variaciones. Son la cabal muestra de que no se pretende cambiar nada, y
de que los anuncios grandilocuentes que se hicieron recientemente responden a
una mera necesidad electoralista.
Leyendo
la introducción, puede notarse que se hace mención a “las políticas que
lograron” mejorar las condiciones laborales, sin destacar ninguna en
particular. Es aceptable. Pero cuando se habla de los montos destinados a
educación, la cita casi exclusiva al Programa “Conectar Igualdad” denota una
falta de compromiso alarmante para encarar esta temática que es prioridad para
cualquier país que se precie de ser digno o, cuanto menos, hablar de una “década
ganada”. Se habla de un 6% del PBI destinado a la educación, pero no se habla
de una mejora en los resultados académicos obtenidos. Uno de cada cuatro chicos
de 17 años no estudia, y en los rankings internacionales somos habitués de los
últimos puestos. ¿Se puede hablar de una “década ganada” en educación?
Datos
como los recursos y los gastos no quedan exentos de las distorsiones de las
variables macroeconómicas que realiza este presupuesto. El superávit financiero
estimado en 0,11% del PBI parece ser logrado mediante no pocos artilugios,
cuando se aprecia que en 2013 ya registró un déficit alarmante de 1,77%. La
subestimación de los gastos responde a una sola causa: La reasignación
discrecional de los excedentes que registren las recaudaciones. Son sabidas las
amenazas y el concepto de que “en política, todos tienen un precio”.
Ciertamente, las mayores reasignaciones serán para alimentar la propaganda
oficial, que tiene su mayor exponente en el Fútbol Para Todos y en los medios
oficialistas y paraoficialistas.
En
la misma dirección parece apuntar la (no) renegociación de la deuda contraída
por los gobiernos provinciales, que registran su vencimiento el próximo año. Así
como, por ejemplo, la ley de Medios se aplica a rajatablas al Grupo Clarín y se
mira hacia el costado con el Grupo UNO (Vila/Manzano), ocurrirá lo mismo con
este concepto, dependiendo la mano dura de la fidelidad de los gobiernos
afectados.
Como
conclusión final, con el Presupuesto, el mensaje K es el de siempre: Redoblar
la apuesta para que todo siga igual, extorsionando a la oposición y dejándola
entre la espada y la pared. Se persigue el mismo objetivo de siempre: huir
hacia adelante. Está en la oposición y en nosotros como pueblo ponernos firmes,
y hacer que sean ellos quienes paguen la fiesta, para no volver a caer una y
otra vez en el mismo error.