En
esta ocasión corresponde analizar cuál es el rumbo que nuestra economía está
tomando en un 2014 cuyo puntapié inicial fue dado por el ajuste realizado sobre
el tipo de cambio a fines de enero, que junto con el aumento aplicado a las
tasas de interés se constituyeron en un freno a la estampida cambiaria y una
reducción de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Además, contribuyó
a recuperar parte de la confiabilidad perdida y sirvió como freno a una
inflación que, si bien sigue siendo alta, no se terminó desbocando.
El
costo de todas estas medidas fue un desplome en los niveles de actividad
económica, que en muchos casos alcanzaron sus valores más bajos desde 2009.
Este desplome en el consumo, que no es otra cosa que la demanda, encendió la
luz de alarma en las empresas de distintos sectores, con el automotriz y el de
la construcción a la cabeza, que se vieron en la obligación de suspender, y en
algunos casos despedir, a su personal.
Aquí
es donde empieza a gestarse un conflicto de políticas económicas, entre el
ministro de Economía Axel Kicillof y el titular del BCRA Juan Carlos Fábrega.
La puja es evidente: seguir fomentando el consumo e intentar ganar tiempo con
una explosión que se intentará que ocurra en el próximo gobierno, o bien
estabilizar los desequilibrios macroeconómicos a costa de una profunda recesión
que recrudecerá en los ánimos sociales. Está claro que el Gobierno no quiere
pagar ese costo político y Fábrega parece tener los días contados como titular
del Banco Central.
El
panorama para el segundo semestre es desolador, con una emisión nuevamente
descontrolada para financiar un déficit fiscal creciente producto de los
ajustes que no se realizan. Como suele suceder con las políticas populistas, el
desorden fiscal a largo plazo se financia con desorden monetario, y los
desequilibrios macroeconómicos terminan siendo pagados por el pueblo. En un
contexto de presión impositiva récord e inflación que difícilmente baje del
30%, esto queda más que evidenciado.
Las
soluciones propuestas por Fábrega son las que se pueden encontrar en cualquier
manual de economía y son las que se aplicarían para un contexto como el
reinante en enero. Pero se debe complementar con ajustes fiscales y medidas
cuya impronta acompañen a las disposiciones del BCRA, que hoy por hoy parece ser
rehén del Gobierno. La situación en la que se encuentra, con patrimonio neto
negativo y en quiebra técnica, hablan a las claras de cuáles son las funciones
que deben cumplir los organismos estatales, además de otros como ANSES o AFIP.
Finalmente,
queda evidenciado que, si bien el precio de la soja continúa alto (a U$S 550 la
tonelada en Chicago), este colchón ya no es suficiente para lograr estabilidad
cambiaria. A esto contribuye que, si bien se liquidaron más divisas que el año
pasado, todavía hay mucha especulación e incertidumbre por una nueva
devaluación a futuro, que, como consecuencia de los efectos de la inflación con
respecto a la devaluación de enero, es muy viable, como consecuencia del camino
que se retomó de minidevaluaciones diarias y reducción paulatina de tasas de
interés, que nuevamente empujarán la demanda.
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