En
esta ocasión, analizaremos las implicancias que generó el acuerdo recientemente
firmado con el Club de París, por el cual se abonarán U$S 9.700 millones en los
próximos cinco años, abonando como primera cuota a mayo de 2015 U$S 1.150
millones (500 corresponden a aquel mes, 650 se pagarán en setiembre próximo).
En principio, celebramos el compromiso de pago asumido, y la voluntad de haber
llegado a un acuerdo, lo cual siempre constituye un principio de reconciliación
y reinserción a los mercados internacionales. Lo alarmante de esto es el
momento en el que se firma (gran parte de la deuda será afrontada por el
próximo gobierno), y la cantidad de intereses punitorios que se abonan por
evitar la intervención del FMI, y justamente, el plazo en el que no se pagó.
Esta deuda era de U$S 2.000 millones en 2002, y se ha anunciado, sin éxito, su
cancelación en 2008 y 2011. En diciembre pasado se anunció que el monto total
de la deuda ascendía a unos U$S 6.300 millones. La diferencia con el monto
acordado ahora la hacen los intereses mencionados anteriormente.
En
este momento cabe plantearse si este arreglo será realmente beneficioso y si
permitirá atraer inversiones extranjeras, un punto en el cual hay consenso
generalizado en el sentido de que se va camino a recuperar la confianza perdida
y finalmente se recuperará gran parte del tiempo perdido. Muy probablemente,
con una administración en retirada, el objetivo sea obtener algún empréstito
para ganar tiempo pensando en las elecciones presidenciales de 2015. A este
acuerdo le deben seguir otras medidas tendientes a recuperar la confianza y a
seguir alimentando las expectativas de recuperación. Desde ya, las
restricciones cambiarias, a las importaciones y al giro de utilidades no son de
buen augurio si se quieren seguir dando señales positivas. Borrar todo de un
plumazo provocaría una catástrofe sin precedentes. Es como cuando un fumador
promete dejar de fumar, pero siempre en el fondo se termina esperando la
reincidencia, la cual suele venir con más virulencia que en la etapa anterior. Habrá que dar señales
graduales, como las que se han venido dando con los levantamientos parciales,
aunque se está claramente a mitad de camino en el asunto. El BCRA “pisando las
importaciones” ante la escalada del dólar paralelo refleja en gran parte la
conducta que estamos describiendo.
Las
expectativas más importantes pasan porque, además, se siguen acentuando las
suspensiones y despidos, que cada vez abarcan a una mayor cantidad de sectores
además del automotor. Un escenario con inflación alta y estancamiento de la
actividad económica, advertido desde 2012, está empezando a hacerse presente.
Luego de confirmar quién ganó la pulseada por el rumbo de la economía, lo que
debemos esperar ahora es que se “choque la calesita”. El segundo semestre
vendrá marcado porque ya no habrán agrodólares y porque el desorden monetario
seguirá haciéndose cargo del desorden fiscal, con lo cual los niveles de
emisión volverán a apuntalar una inflación que se torna descontrolada.
Asimismo, habrá un daño colateral del acuerdo con el Club de París: los montos
a abonar incidirán directamente en las reservas.
Finalmente,
en los próximos días se anunciará si la Corte de EE.UU. decide tomar el caso de
nuestra deuda con los acreedores que no entraron a los canjes de 2005 y 2010,
más conocidos como “fondos buitres”. Este resultado puede echar por tierra toda
la algarabía generada por el acuerdo logrado con el Club de París.
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