En
esta ocasión escribo para realizar mi análisis sobre el resultado de las
P.A.S.O. del 11 de agosto pasado y los posteriores sucesos económicos y
políticos que influyeron en el rumbo que pretende tomarse de cara a las
legislativas del próximo 27 de octubre, que ya se han convertido más en una
carrera hacia la presidencia en 2015 que en un mero recambio o renovación de
cargos en las cámaras del congreso.
Es
claro que la gran derrotada fue la presidente Cristina Fernández de Kirchner,
cuyo golpe contra la realidad de las urnas le revelaron dos certezas: la
primera, la reforma constitucional y su re-reelección pasaron a ser una utopía.
Segundo, la estructura peronista realizó esta lectura y ya se está reagrupando
en búsqueda de un nuevo líder pensando en 2015. Todas las miradas se centran en
Daniel Scioli o Sergio Massa, que tendrán la difícil misión de reunificar al PJ
y, sobre todo, tomar partido por los aberrantes hechos de corrupción que
involucran al gobierno saliente. El recuerdo de lo sucedido con Menem/De La Rúa
sigue fresco y cualquier omisión volvería a generar el renacimiento de viejos
temores, o la formación de una peligrosa rueda, donde los límites a la
corrupción y a la moralidad son cada vez más traspasados y violentados al
crecer la sensación de impunidad y poder. ¿Escucharán el mensaje de la calle?
Es
plausible el aumento del mínimo no imponible, pero no su modalidad. Parece ser
un decreto a medida del clima electoral, un “golpe de efecto” cuyo único efecto
parece estar dirigido a captar sufragios. El reclamo data de dos años, y los
aumentos suelen ir un paso atrás de la inflación, con lo cual al no haber
actualización de las escalas del impuesto, quienes quedan eximidos en primera
instancia, vuelven a quedar afectados luego de aumentos salariales posteriores.
De este modo, se llega a la conclusión de que el gobierno aumenta el mínimo no
imponible exigiendo algo a cambio. El aumento de enero quiso funcionar de techo
para las paritarias, mientras que el actual está condicionado al acto
electoral. La demagogia y la especulación se tornan evidentes.
Reabrir
nuevamente el canje de la deuda refleja una actitud temeraria y desesperada del
gobierno. Sin duda, el fallo norteamericano a favor de quienes no ingresaron en
los canjes anteriores impactó de lleno contra el principal pilar del relato, el
desendeudamiento. Llevar la discusión al territorio nacional no suena creíble
bajo ningún punto de vista. Basta con analizar cómo el gobierno llevó a cabo la
política del desendeudamiento para llegar a esa conclusión. Si para cumplir los
compromisos internacionales la única fuente de pago son las reservas del BCRA o
los fondos de la ANSES, es evidente que estamos hablando de una falta de
compromiso, que pasó de ser externa a ser interna. ¿Dónde está la “década
ganada”? ¿Ese aforismo no representaría más fuentes de financiación para el
pago de la deuda del que tanta vanagloria
se hace? ¿Dónde están las retenciones a la soja que alcanzaron precios récord?
Muchas preguntas caben hacerse para un mito que al parecer solo sirvió para las
cámaras.
En
las siguientes semanas veremos más reacciones incoherentes y más intentos
forzados de reconciliación con la realidad. Las próximas elecciones servirán
para cotizar su credibilidad y medir el nivel de hartazgo y desgaste de este
proceso de diez años.
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