lunes, 13 de febrero de 2012

Revisión 2008 (última parte)

Esta es la parte final del escrito publicado en 2008: Me quedó un poco largo, quizás debería mejorar mi capacidad de síntesis. Un saludo a todos y gracias por su visita.

"A partir de que se fue Lavagna, empezaron los problemas (ocultación de la inflación, casos de corrupción, conflictos con los sectores agropecuarios, por mencionar algunos) por los que estamos desandando lo que nos costó andar luego de la crisis del 2001. Toda esta reseña histórica sirvió para demostrar que siempre hacemos y deshacemos, que no tenemos un proyecto serio como país, y que para ello debemos replantearnos si tenemos algún proyecto para nosotros mismos, si pensamos en cambiar esta tendencia o nos vamos a conformar con ver a programas de TV que solo persiguen el objetivo de lucrar, sin importarles cómo lo logran. No vamos hacia ningún lado, y gran culpa de esto lo tiene la masificación de los medios de comunicación, los programas sin sentido, los que generan “puterío”, dicho vulgarmente. Esto le conviene a la clase política, que con “un kilo y dos pancitos” compra votos. A los políticos les conviene que haya un 50% de la población bajo la línea de pobreza, porque son los más manejables, y ese porcentaje te asegura ganar una elección. Ese 50% de argentinos pobres cree en las promesas porque no les queda otra, porque quieren aferrarse a la posibilidad de llevar una vida digna. Por eso el gobierno estaba tan enceguecido ante el conflicto con las cuatro entidades del campo: se necesita ese dinero para seguir subsidiando a la pobreza, para seguir comprando votos y de esa manera perpetuarse en el poder. Pero este gobierno algo bueno ha hecho, no es en vano que este país (antes de que el INDEC pierda su transparencia), haya crecido a un ritmo de 8% anual. También ha habido un aumento en la inversión, y un aumento de la demanda que requiere que haya más oferta. Se podría invertir más, es cierto, pero al menos se ha dado un puntapié inicial, y los gobiernos siguientes deben mantener una jurisprudencia, reglas de juego bien claras que nos permitan seguir creciendo. Todo es posible en ese aspecto. Pero debemos empezar por casa, saludando con una sonrisa al vecino que sabés que mientras está baldeando su vereda, su perro se dirige hacia la tuya y defeca sobre la misma. Saludando al hincha del clásico rival que te gasta luegode que su equipo le haya ganado al tuyo. Si te gusta Korn, saludar a quien escucha Britney Spears o Madonna. Son pequeñeces que terminan por agrandarte. Si el panadero te da mal el vuelto, decile, aunque te haya dado de más. Es difícil, porque buenas y malas personas hay en todos lados, pero hay un respeto, una unión entre quienes quieren hacer bien las cosas. Y debemos pelear por eso, porque haya respeto. Porque ese respeto generará mejores personas, y esas mejores personas constituirán una mejor clase política, y esa mejor clase política enaltecerá a nuestras instituciones, y habrá una mayor justicia. Pero hay algo clave que debemos tener: paciencia. Roma no se hizo en ocho días, hay países como España, nuestra madre patria, que ha sufrido guerras civiles en este último siglo, y sin embargo ha salido a flote. Pienso que nuestras generaciones serán las que inicien el cambio, hay gente que vale la pena y que, con aciertos y errores, seguramente siempre tendrá la mejor intención. Tenemos una capacidad de construcción y destrucción que es envidiable, y una soberbia que no lo es. Si ganás sos el mejor y si perdés sos el peor. Nada es tan dramático. Entonces no es tan dramático aceptar la opinión de quien no piense igual a vos. Quizás alguien diga: “Prefiero estar como estamos y no como están los yanquis”. Y va a ser aceptable. Es bueno a veces el dinamismo, el ser como una rueda: constantemente alternás entre el arriba y el abajo. Lo que propongo acá es que todos intentemos sersinceros con nosotros mismos, saber aceptar que podemos equivocarnos y que el otro puede tener razón en lo que está diciendo. ¿Por qué tomó tanta trascendencia la tragedia de Cromañón ocurrida el 30 de diciembre de 2004, en la que murieron 194 personas y otras quedaron seriamente afectadas psicológicamente, y actualmente hay un juicio oral con Omar Chabán y los integrantes de Callejeros como imputados? ¿Los accidentes de tránsito no se llevan una cantidad similar de vidas cada año? Pienso que la respuesta es simple: en la tragedia de Cromañón, había una cabeza visible a quien echarle la culpa. Porque somos muy valientes para levantar el dedo y acusar, pero no tenemos esa valentía para ponernos una mano en el corazón y reflexionar sobre qué errores cometemos. Es cierto, probablemente el 99,9% de quienes lean esto que estoy publicando no hayan matado a nadie con sus errores, pero sí seguramente han generado algún tipo de daño, por más mínimo que sea. Ni siquiera hay que pedir disculpas, con intentar ser mejor alcanza. Primero hay que disculparnos con nosotros mismos, pero no desde la comodidad ni la permisividad, sino desde la sinceridad. No es un “uh, me equivoqué, y bue… ¿qué le vamos a hacer?”. Es un “uh, me equivoqué, voy a tratar de corregir ese error”. Es ir poniéndose metas y cumplirlas. Así empezamos a madurar como personas. Esa armonía con nosotros mismos es la que nos va a llevar a respetar al prójimo. Y así, el país será mejor desde el punto de vista humano. ¿Qué puede pasar en el camino? Seguramente va a llegar aquel momento en el que toquemos fondo. En el que nos miremos la cara y nos “matemos” con la mirada. Chile tuvo un Pinochet, España tuvo un Franco. Pero nosotros, difícilmente tengamos a alguien. Hay que poner mano dura, pero con buena intención. Los índices de inseguridad son escalofriantes, pero… ¿qué los hace ser tan escalofriantes? Que no nos pongamos de acuerdo, que avalemos que haya gente que pague cuantiosas sumas de dinero para “darse un gusto” si se quiere, conviviendo con gente que se “da los mismos gustos” de manera gratuita. Lo que a vos te costó dos o tres meses de trabajo, un ladrón puede conseguirlo en una noche. Lo peor de todo es la multiplicidad de drogas, los adolescentes que son literalmente ignorados por sus padres y que buscan algún refugio en sus vidas, terminan en esta penosa situación. ¿Para qué voy a trabajar, si voy a tardar un mes en ganar lo que puedo ganar en una noche? Los padres ignoran esta cuestión, no les brindan el apoyo psicológico y sentimental necesario, y lo que es peor, no les enseñan ese discernimiento que nos permite visualizar que trabajar es más honesto que robar. En otras palabras, trabajar es lícito, robar es ilícito. A esa “mano dura” me refiero. Pero no podemos pedirle “mano dura” a gente que, de una manera más sutil, termina teniendo la misma conducta. Para robar no hace falta estar armado, ni drogado, ni estar bajo las condiciones de pobreza o indigencia. El poder enceguece, y siempre se quiere más. La inseguridad es el fiel reflejo de cómo somos como sociedad. No hablo de pensar a futuro, pero sí de ganarnos las cosas con el sudor de nuestra frente, como hacían nuestros abuelos. Para que el país crezca se necesita aumentar la producción, no aumentar los impuestos. Para comprarme un plasma, o una cámara digital, o un celular, tengo que trabajar, no salir a robar. Porque si salgo a robar, me van a meter preso. Y esta es la parte de la ecuación que no funciona, que no encaja. No se pone “mano dura”, porque hay que respetar los derechos de la gente que roba. Y el que compra las cosas con el sudor de su frente, que se joda por boludo. ¿Quién respeta el derecho de quien se gana las cosas por derecha?, ¿Por qué pensamos en los derechos humanos a la hora de defender al que roba y no al que se compró algo con su trabajo y tiene derecho a disfrutarlo? Acá nadie pide pena de muerte, sino que se aplique la ley. Si vamos al punto de vista religioso, que es otro de los casos a tener en cuenta, el 5º mandamiento dice “No matarás”. Pero si vamos un poquito más abajo, el 7º dice “no robarás”. En esa tabla de Moisés, matar tiene la misma trascendencia que robar, y como consecuencia, las dos conductas serían repudiadas por igual. Peor aún, si los que roban también matan, ya que no les importa la vida del prójimo. Entonces, ¿por qué se duda tanto en aplicar mano dura con aquellos que se ganan la vida robando? Hay que, por lo menos, generarle la idea a quien tiene intención de robar, que “robar es peligroso”. Luego, si la tabla de Moisés le da la misma trascendencia a robar que a matar, aplicar similares penalizaciones a ambas conductas. Es fácil decirlo, difícil llevarlo a la práctica, pero es la única solución. No divagar, no dudar, no claudicar. Hacer lo que se debe hacer. Y punto. Hay un tiempo para los dichos y otro distinto para los hechos, y la brecha entre ellos debe ser la menor posible. Esto toma más relevancia si el que roba, encima, mata. Estaría incurriendo en una doble penalización. Y volvemos a entrar en el terreno de la “lucha de clases” que alguna vez definió Marx. Hay que bancarse a los que roban, porque tienen derecho a la vida, pero si encima de violar tu derecho de propiedad privada que tanto consagra el capitalismo, te mata, entramos en un conflicto importante. O ellos, o nosotros. Esa parece ser la cuestión. A la clase política le interesa que “ellos” sigan subsistiendo, porque es fácil comprarlos después, son votos que les permitirán perpetuarse en el poder. Es lógico, pero ya hicimos el repaso histórico, así que me remito a lo puesto en los primeros comentarios. Yo estudio economía, y la economía no puede ser analizada aisladamente, prescindiendo de lo político y de lo social. Esas tres patas llamadas política, sociedad y economía, son las bases en las que todo país debe apoyarse, que una de esas tres patas se quiebre o se doble, les hace perder estabilidad a las otras dos, hacen que toda la mesa se caiga. Está en ustedes analizar cual es la pata que está quebrada. Con eso cierro por lo menos lo relacionado al país como conjunto, espero que lo lean y, si surge alguna duda o desacuerdo, siempre está la posibilidad de hablarlo"


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