Diciembre
arrancó con todo. Sin duda, al ser el último mes del año y festivo, es un mes
decisivo en el que se realiza el balance de lo que fue el año y se intentan
elaborar las correcciones pertinentes a las desviaciones que pueden haberse
producido. En este sentido, se trató además de un año electoral considerado
decisivo por un oficialismo que, en cierta forma, plebiscitaba su gestión para
comprobar la factibilidad de una aventura reeleccionista. Si bien dadas las
encuestas que vaticinaron el resultado final, esta de ningún modo podía ser la
bandera de campaña de la oposición, el debate estuvo centrado en cuestiones más
banales, como la división de la sociedad o el patoterismo perpetrado por
Guillermo Moreno y La Cámpora. Ciertamente, la forma poco amigable en la que se
desenvolvía el ex secretario de Comercio Interior generó la incertidumbre y el
miedo entre los diversos sectores económicos. Medidas como las restricciones a
las importaciones y a la compra de divisas extranjeras fueron las que
precisamente aceleraron la incertidumbre y la caída de las reservas, al no
haber garantías reales que permitieran el acceso de dólares genuinos al país.
Esto, en un contexto de política expansiva norteamericana y de tasas de interés
a nivel récord que no será eterno, puede ser una inmejorable oportunidad
desperdiciada para lograr un despegue postergado por el populismo y por la
captación de votos a través de generosos subsidios.
El nuevo
gabinete, esos nuevos superhéroes a los que el gobierno recurre para apagar el
incendio (Jorge Capitanich y Axel Kicillof), se ha propuesto una meta que a
todas luces parece ser poco accesible sin un cambio bien definido: reducir la
brecha cambiaria entre el dólar oficial y el dólar paralelo, con el objetivo de
brindar una imagen más sólida de la economía que permita amortiguar la caída de
las reservas. De este modo, se acelerará la suba del dólar oficial, lo cual es
borrar con el codo lo que se escribió en el presupuesto 2014, que estimaba
cerrar a $6,33. Las microdevaluaciones llevarán a ese valor a $7 para el primer
trimestre del año, cifra que supera largamente a la presupuestada. En ese
sentido, el aumento del recargo a las compras con tarjeta de crédito en el
exterior (de 20 a 35%), representa más un obstáculo a ese objetivo. Recordemos
como se mantiene bajo el blue: A través de bonos que vende la ANSES que sirven
para bajar el contado con liquidación, que es el dólar habilitado para negociar
en el exterior. Claramente, el maquillaje no logra disimular que el objetivo de
fondo por parte del Gobierno sigue siendo siempre el mismo: ganar tiempo, e
intentar mostrar señales amigables a un mercado cuya incredulidad será difícil
socavar.
Quiero
dedicarle un último párrafo a lo ocurrido en Córdoba, con el acuartelamiento
policial que dejó desprotegidos a los cordobeses, que son víctimas de un fuego
cruzado entre la policía y el gobierno provincial, ante la desidia de un
gobierno nacional que como siempre, se muestra díscolo ante gobiernos
opositores, priorizando el rédito político por sobre el bienestar del pueblo al
que tanto dicen defender. La situación aparenta ser más grave que la de 1989 o
2001 (parece que es cada doce años el asunto), y en este caso, los saqueos no
son sólo a los supermercados, sino también a casas y transeúntes. Que ocurra en
Córdoba y Santa Fe, no hace más que despertar sospechas de una maniobra K para
intentar obtener un rédito político que no tiene mucho sentido, porque se
cobran vidas en estos penosos acontecimientos. Veremos como transcurren los
próximos días al respecto.
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