Este es sin duda un tema que suscita mucho interés y por el que el gobierno de Mauricio Macri ha recibido la mayor cantidad de críticas por cómo se instrumentó. Sin la intención de culpar de todo al gobierno anterior, hay que tomar en cuenta cuál era el punto de partida y cuál fue el motivo que llevó a sincerar el cuadro tarifario de los principales servicios. El esquema de subsidios ya estaba desgastado y no daba para más, lectura que incluso hizo el gobierno de Cristina Kirchner tras su triunfo en 2011, lo que en su momento se conoció como “sintonía fina”, donde fue instrumentado un programa por el cual se renunciaba voluntariamente al subsidio de las facturas de luz y de gas. El accidente ferroviario del 22 de febrero de 2012 en la Estación Once, donde se produjeron 52 muertos y centenares de heridos, frenó abruptamente esa iniciativa. Víctimas de este esquema fueron el autoabastecimiento en estos recursos, se tuvo que volver a importar energía y gas a países vecinos y la desinversión generada en la última década fue alarmante, al punto de registrarse reiterados cortes de luz en el verano. Nótese que el atraso tarifario era más marcado en Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde las tarifas que llegaban a los usuarios eran irrisorias comparadas con las que ya se pagaban en el interior del país. Esta situación sin duda tuvo un marcado fin electoralista, ya que el subsidio se concentró en Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde vive gran parte de la población del país.
Si bien es cierto que esta situación fue generada en gran parte por un gobierno que en su momento priorizó crear burbujas de consumo y desatender irresponsablemente las implicancias que esto tendría a largo plazo, tal vez con la maliciosa intención de que “la factura la pague otro”, hay que analizar la salida que se eligió para ese laberinto. Personalmente, coincido con el análisis generalizado, el cual considera que se hizo de una forma desordenada. Se podría haber hecho de una manera similar a la negociación de una paritaria, por ejemplo, con aumentos escalonados en un lapso de tiempo determinado, por ejemplo 6 meses. Probablemente esto hubiera demorado el objetivo de la reducción del déficit fiscal, pero a la luz de las medidas ulteriormente adaptadas, al menos es algo que debería haberse evaluado. Con todo, parecen apreciarse las primeras rispideces en un equipo económico en el que, si bien Alfonso Prat-Gay asoma como cabeza visible, hay demasiadas opiniones diferentes que se terminan anulando mutuamente.
Dicho esto, también hay que alertar de los oportunistas de siempre que quisieron sacar ventaja de esta medida impopular pero necesaria, imprimiendo algunas facturas con montos exorbitantes para causar miedo y desasosiego en una sociedad golpeada por las políticas económicas erráticas no sólo del gobierno anterior, sino del cambio del rumbo constante que impide la consolidación de políticas de Estado y de una identidad que debe trascender discusiones ideológicas ya superadas en gran parte del mundo. Empezaremos a crecer el día que superemos las antinomias que siempre nos caracterizaron y dejemos de ver a quien piensa distinto a nosotros como nuestro enemigo, como alguien a quien hay que eliminar. No depende de Kirchner o de Macri, depende de todos nosotros.
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