A partir del
30 de junio comenzó a circular el nuevo billete de quinientos pesos. Más allá
de los datos superficiales referidos a la estética del billete y al nuevo
formato, cabe hacer un análisis económico sobre cuáles fueron las circunstancias
que llevaron a la aparición de este billete que es ahora el de mayor
denominación.
La primera
explicación que se desprende, casi lógica, es que el billete de $100, el de
mayor denominación, tenía, según lo establecido por la ley de Convertibilidad
de 1991, el mismo valor que uno de U$S 100, y entre la devaluación de 2002 y la
constante inflación que hubo especialmente desde 2006 hicieron añicos ese
valor. Los proyectos para la realización de billetes de mayor denominación
datan desde 2012, pero el gobierno anterior nunca se animó a implementarlos
porque lo consideraban un reconocimiento a una inflación que, como ya es
sabido, negaron sistemáticamente. La emisión descontrolada que se llevó
adelante para financiar el creciente déficit fiscal condujo a una realidad
insólita. Seis de cada diez billetes en circulación eran de la denominación más
alta, y abonar con ellos en los kioscos empezó a ser moneda corriente. Basta
con recordar épocas en las que ir a comprar con el billete de Roca representaba
un gesto adusto para el comerciante, que difícilmente podía contar con cambio
para dar el vuelto de ese billete. Hoy, el problema se da por la sobrepoblación
de billetes de $100 en relación a los billetes de menor denominación. Si ya
considerábamos de poco valor a las monedas que expresaban sus valores en
centavos o un peso, vemos ahora cómo los billetes de $2 y $5 empiezan a
escasear y a ser utilizados para la divulgación de mensajes inclusive. Otro
inconveniente fundamental se da con los cajeros automáticos de los bancos, que
no dan abasto y suelen vaciarse inmediatamente, siendo necesario realizar
varias reposiciones al día.
Se abre un
interesante debate sobre si la emisión de estos billetes puede generar una
espiral inflacionaria. Conocido es el desenlace que se generó con el Austral de
Alfonsín, cuyo billete de mayor denominación llegó a ser de quinientos mil. El
gobierno intentó atacar esas expectativas inflacionarias antes de poner en
circulación estos billetes, con lo cual quiso codificar el mensaje dado
lanzándolo ahora que están dadas las condiciones para una baja en los niveles
de inflación. Es probable que se generen ciertos oportunismos como los que
generaron con la salida del cepo cambiario, pero, tomando en cuenta lo
explicado en el párrafo anterior, considero que en líneas generales, se
abaratarán costos en muchas etapas (Camiones de caudales, reposiciones de
cajeros automáticos, etc.). Será clave poder seguir interviniendo sobre la base
monetaria, no ampliarla, y a su vez que la emisión de los nuevos billetes tenga
un debido respaldo para seguir controlando la inflación. Si se hace un manejo
responsable de la política monetaria, podremos empezar a discutir la estética
de los billetes y dirigirnos rumbo a un período de estabilización.
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