jueves, 27 de octubre de 2016

Redes sociales

Hoy voy a analizar un tema muy espinoso. Voy a realizar un análisis sobre cómo nos influyeron las redes sociales. Ciertamente, en una red social, un punto de vista individual es como una gota en un océano (Elijan el que quieran). A la luz de los hechos, han generado un grado de adicción que considero una paradoja. Estamos más comunicados, pero a la vez estamos más distantes. Es muy probable que lo que leamos en las distintas redes sociales nos produzcan sentimientos exacerbados y más cerebrales que lo que representaba estar cara a cara con quienes conocíamos. Nos alegramos, nos entristecemos, nos enojamos o nos decepcionamos a partir de la lectura de un estado de Facebook, de un tuit o de un whatsapp. El cara a cara ha perdido terreno, ha comenzado a ser algo difícil de lograr. Hoy las elucubraciones son cada vez más prolongadas, cada vez más motivadas por lo que sale publicado, que no hace más que reforzar inseguridades e inquietudes que, si bien existieron siempre, hoy tienen un alimento más poderoso. ¿Estoy sugiriendo que “todo tiempo pasado fue mejor”? Absolutamente no. Las redes sociales han sido una poderosa herramienta para darnos a conocer, para que la gente sepa lo que sentimos, lo que pensamos, lo que opinamos. Claramente, representan una evolución inconmensurable. El mensaje es que tenemos cada vez más herramientas, pero a la vez, somos cada vez más irresponsables para utilizarlas, o no tenemos el nivel intelectual requerido para ello. En resumen, algo creado para que evolucionemos, termina generando el efecto contrario, yendo rumbo a la involución. Las redes sociales fueron como ese padre sobreprotector que pretende hacer todo por nosotros, que pretende resolvernos todos los problemas y tener siempre una solución a mano. Nosotros, al fin y al cabo, quienes nos acostumbramos a “tener todo resuelto”. En ese “tener todo resuelto” es donde la mente empieza a buscar otros horizontes para explorar, donde empieza a generar nuevas alternativas a lo que ya conocemos. Lo primero que hice yo cuando me abrí Facebook, por ejemplo, fue buscar a mis compañeros de la primaria, a mis compañeros de la secundaria, y así sucesivamente. Y a partir de ahí expandir el espectro hasta encontrar los temas de mi interés, y quiénes los compartían. Muchos amigos que hacía años que no se encontraban, se reencontraron a partir de esta experiencia. El problema fue lo que ocurrió luego de esa etapa de reencuentro. Obviamente, no faltó quien buscó información sobre una ex pareja, o sobre alguien con quién se tuvo un pasado conflictivo. Así como afloraron buenos recuerdos del pasado, afloraron también los malos, se recrudecieron enfrentamientos que ya parecían cerrados. Cuando nos peleamos con alguien, tenemos la posibilidad de encontrarlo a través de un clic, y ver qué hizo de su vida, y encontrarse con que, por ejemplo, se casó con esa persona que te “robó”. Ciertamente, está la opción de bloquear, pero también la opción de crear perfiles nuevos, o revisar desde el perfil de un amigo. Es un problema que habrá que abordar, sin dudas, porque a partir de estos inconvenientes se han producido desenlaces fatales. La libertad de las redes sociales se ha convertido en libertinaje. Cualquier intento de regulación de las redes sociales está mal visto, porque es considerado un acto de censura o una intromisión indebida. Pero es hora de que los límites también lleguen a este plano, porque el principio fundamental de que nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás también debe llegar aquí. Por redes sociales empiezan las peores provocaciones, y las soluciones siempre quedarán a mitad de camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario