Hoy
voy a analizar un tema muy espinoso. Voy a realizar un análisis sobre cómo nos
influyeron las redes sociales. Ciertamente, en una red social, un punto de
vista individual es como una gota en un océano (Elijan el que quieran). A la
luz de los hechos, han generado un grado de adicción que considero una
paradoja. Estamos más comunicados, pero a la vez estamos más distantes. Es muy
probable que lo que leamos en las distintas redes sociales nos produzcan
sentimientos exacerbados y más cerebrales que lo que representaba estar cara a
cara con quienes conocíamos. Nos alegramos, nos entristecemos, nos enojamos o
nos decepcionamos a partir de la lectura de un estado de Facebook, de un tuit o
de un whatsapp. El cara a cara ha perdido terreno, ha comenzado a ser algo
difícil de lograr. Hoy las elucubraciones son cada vez más prolongadas, cada
vez más motivadas por lo que sale publicado, que no hace más que reforzar
inseguridades e inquietudes que, si bien existieron siempre, hoy tienen un
alimento más poderoso. ¿Estoy sugiriendo que “todo tiempo pasado fue mejor”?
Absolutamente no. Las redes sociales han sido una poderosa herramienta para
darnos a conocer, para que la gente sepa lo que sentimos, lo que pensamos, lo
que opinamos. Claramente, representan una evolución inconmensurable. El mensaje
es que tenemos cada vez más herramientas, pero a la vez, somos cada vez más
irresponsables para utilizarlas, o no tenemos el nivel intelectual requerido
para ello. En resumen, algo creado para que evolucionemos, termina generando el
efecto contrario, yendo rumbo a la involución. Las redes sociales fueron como
ese padre sobreprotector que pretende hacer todo por nosotros, que pretende
resolvernos todos los problemas y tener siempre una solución a mano. Nosotros,
al fin y al cabo, quienes nos acostumbramos a “tener todo resuelto”. En ese
“tener todo resuelto” es donde la mente empieza a buscar otros horizontes para
explorar, donde empieza a generar nuevas alternativas a lo que ya conocemos. Lo
primero que hice yo cuando me abrí Facebook, por ejemplo, fue buscar a mis
compañeros de la primaria, a mis compañeros de la secundaria, y así
sucesivamente. Y a partir de ahí expandir el espectro hasta encontrar los temas
de mi interés, y quiénes los compartían. Muchos amigos que hacía años que no se
encontraban, se reencontraron a partir de esta experiencia. El problema fue lo
que ocurrió luego de esa etapa de reencuentro. Obviamente, no faltó quien buscó
información sobre una ex pareja, o sobre alguien con quién se tuvo un pasado
conflictivo. Así como afloraron buenos recuerdos del pasado, afloraron también
los malos, se recrudecieron enfrentamientos que ya parecían cerrados. Cuando
nos peleamos con alguien, tenemos la posibilidad de encontrarlo a través de un
clic, y ver qué hizo de su vida, y encontrarse con que, por ejemplo, se casó
con esa persona que te “robó”. Ciertamente, está la opción de bloquear, pero
también la opción de crear perfiles nuevos, o revisar desde el perfil de un
amigo. Es un problema que habrá que abordar, sin dudas, porque a partir de
estos inconvenientes se han producido desenlaces fatales. La libertad de las
redes sociales se ha convertido en libertinaje. Cualquier intento de regulación
de las redes sociales está mal visto, porque es considerado un acto de censura
o una intromisión indebida. Pero es hora de que los límites también lleguen a
este plano, porque el principio fundamental de que nuestros derechos terminan
donde empiezan los de los demás también debe llegar aquí. Por redes sociales
empiezan las peores provocaciones, y las soluciones siempre quedarán a mitad de
camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario